Si está leyendo esto, es posible que se esté planteando que jugar dinero está perjudicando su vida y afectando a su familia.
El juego en sí mismo no es perjudicial, puede divertir y resultar emocionante. Sin embargo, cuando se convierte en una obsesión, resulta dañino. Se estima que entre un 0,5 y un 2,5% de la población tiene serios problemas con el juego.
Principalmente son las máquinas tragaperras las que más problemas producen, seguido después de los bingos y otros juegos de azar.
Cuando se empieza a jugar las ganancias que se obtienen por puro azar favorecen en algunos casos, que poco a poco se aumenten las apuestas y el tiempo dedicado al juego. El jugar produce un placer especial, alivia el aburrimiento o el malhumor, ayuda a evadirse de los problemas. La persona piensa que tiene suerte, cree que puede sacar mucho dinero a esas máquinas y en determinadas circunstancias, empieza a creer que puede controlar el azar. A veces se gana, pero muchas veces se pierde (aunque el jugador normalmente sólo recuerda las ganancias). En ocasiones se llega a jugar a la desesperada para recuperar las pérdidas o pagar deudas. Las mentiras y la ocultación del juego es muy frecuente en las personas que han caído en una ludopatía.
La persona, cuando pierde dinero en el juego cae en un estado emocional muy negativo, la persona se considera mal padre, mala pareja o mal hijo. Se siente nervioso, con dificultades para dormir, alejado de su familia, de las relaciones personales y de las actividades que antes le agradaban. Empieza a pensar que el juego está dominando su vida, y se siente mal. Al cabo de unas horas o días, el pensamiento que domina es recuperar lo perdido jugando, cayendo en la trampa psicológica de pensar “sólo jugar hasta recuperar lo perdido”. Esta situación se convierte en un círculo vicioso de la que muchas veces la persona es incapaz de salir por si misma.. Las deudas se acumulan, se piden adelantos en el trabajo, se empeñan joyas… en ocasiones el juego se acompaña de consumo de alcohol, empeorando el problema.
Abandonar totalmente el juego es la forma en la que la persona con adicción al juego puede comenzar a solucionar la mayor parte de sus problemas (la adicción, los problemas económicos, familiares, laborales y su estado emocional).
Para conseguir romper con la adicción, la persona en muchas veces requerirá apoyo psicológico. Esta parte es importante, ya que por una parte se trabaja haciendo ver a la persona que sus creencias sobre el control del juego y el azar son erróneos, pero son comunes en la persona que tiene un problema con el juego.
Por otra parte es importante reforzar la autoestima de la persona, reconstruir sus relaciones personales y sociales y establecer un sistema de refuerzos positivos (actividades gratificantes) que le ayuden a superar su adicción.
El tratamiento farmacológico es muchas veces necesario: actúa en los estados de ánimo depresivos, reduce la ansiedad, y en algunos casos se utiliza cuando la persona tiene obsesiones y compulsiones con el juego.
Además de la parte cognitiva, el tratamiento tiene una parte conductual, comenzando con una limitación del acceso al dinero y tarjetas, procurando la abstinencia completa en los primeros momentos. De forma simultánea se trabaja con la prevención de respuesta y técnicas de relajación para reducir la ansiedad. Posteriormente es importante trabajar la exposición a situaciones potencialmente peligrosas, para controlar las recaídas.